Recuerdo ir a la casa de un matrimonio joven, Jeff y Heather, y su hijito Kai. Jeff creció siendo miembro activo de la Iglesia. Era una atleta con gran talento y tenía una carrera prometedora, pero comenzó a alejarse de la Iglesia en la adolescencia y luego tuvo un accidente automovilístico que alteró el curso de su vida. Al entrar en su casa y presentarnos, Jeff nos preguntó por qué habíamos ido a ver a su familia. Le respondimos que había unos 3000 miembros que vivían dentro de los límites de la estaca y entonces le pregunté: “Jeff, de todos los hogares que podríamos haber visitado esta noche, díganos ¿por qué el Señor nos envió aquí?”.
Entonces Jeff se emocionó y comenzó a compartir con nosotros algunas de sus preocupaciones y problemas que afrontaban como familia. Nosotros empezamos a compartir varios principios del evangelio de Jesucristo y los invitamos a hacer cosas específicas que al principio podrían parecer difíciles, pero que con el tiempo brindarían gran felicidad y gozo. Luego, el presidente Whitworth le dio una bendición del sacerdocio a Jeff para ayudarlo a vencer sus dificultades. Jeff y Heather acordaron cumplir lo que les invitamos a hacer.
Cerca de un año después tuve el privilegio de ver cómo Jeff bautizaba a su esposa Heather como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ahora se están preparando para entrar en el templo a fin de ser sellados como familia por el tiempo y por toda la eternidad. Nuestra visita alteró el curso de sus vidas tanto temporal como espiritualmente.