«El orgullo en su naturaleza fomenta la competencia. Oponemos nuestra voluntad a la de Dios. Cuando lo hacemos blanco a Él de nuestro orgullo, es con la actitud de decir: “Que se haga mi voluntad y no la tuya”. Como dijo Pablo, “todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús’ ‘ (Filipenses 2:21).
«Nuestra voluntad en competencia con la de Dios deja que nuestros deseos, apetitos y pasiones corran desenfrenados (Alma 38:12; 3 Nefi 12:30)».
Ezra Taft Benson, «Cuidaos del orgullo», Conferencia General de abril de 1989