El Señor le dejó en claro a Nicodemo que el reino de Dios, su Iglesia, no viene por observación sino por revlelación, a través del Espíritu Santo. Un hombre debe nacer del agua y también del Espíritu antes de poder entrar en ese reino. Eso significa que debe ser bautizado y recibir la imposición de manos por el don del Espíritu Santo, porque esta es la puerta por la cual entramos en ese reino.